Cuando pensamos en ideologías lo primero que se viene a la mente es una identidad propia, características o formas de pensar que nos definen como persona, y que de manera natural, tenemos la necesidad de expresar a terceros. Ya sea mediante nuestros actos en la sociedad o la manera en que consumimos.
Enfocándonos en el sector moda; vemos a las marcas de lujo como más que una simple elección, son una extensión de nosotros, creemos en la libertad de decidir sobre qué compramos como una especie de voto. Con cada compra podemos apoyar la sustentabilidad, movimientos sociales, el trato ético... nos creemos conscientes, pero, ¿En verdad lo somos? ¿O simplemente caemos en el bucle sin fin en este mundo del consumismo?
En tiempos actuales la necesidad de reafirmar nuestra individualidad ha sido un factor creciente, de la misma forma que el ser conscientes del impacto humano y ambiental de lo que consumimos. Intentando así vivir y consumir de manera más consciente. Comprar para mejorar nuestro entorno.
Al mismo tiempo, las empresas no se quedan atrás, han ideado estrategias para adaptarse a todos estos cambios, creando campañas empoderando a la mujer, siendo ecológicamente responsables... produciendo campañas de marketing para dar una imagen más humana, atrayendo a más personas puedan identificarse con ellas y decidan vaciar su bolsillo en sus ofertas.
En un mundo ideal desearíamos que todas estas acciones de las grandes empresas se hicieran por un bien común, pero siendo realistas, las grandes empresas mayormente buscan su bienestar propio y auto preservarse. Si la tendencia en el momento es ser sostenible, sus campañas publicitarias intentarán vender una imagen acorde. Tal es el caso de los gigantes del fast fashion; quienes plantan en ellas una idea de que sus materias primas son compuestas de materiales orgánicos o reciclados, cuando en realidad un porcentaje muy reducido es de ese origen. Considerando también que de nada sirve utilizar materia prima orgánica cuando todos los procesos de teñido, distribución y producción en masa son tan dañinos para el ambiente.
Son ideas que se contraponen y dejan un mal sabor de boca para otras empresas que en verdad tienen un compromiso tanto con el ambiente como con los consumidores, como es el caso de éxito de Stella McCartney, marca que se clasifica como vegana y sostenible, destacando por el uso nulo de pieles y cuero desde su inicio en 2001, utilizando materiales alternativos y sostenibles, sin dejar a un lado el factor de diseño en sus prendas.
En otro ámbito de la moda donde la libertad de expresión es el siguiente escalón, han surgido colecciones donde la diversidad se ve como algo natural, quebrando estereotipos de género en un sector dominado por hombres, con diseñadores y modelos dando un mensaje a los espectadores. María Grazia Chiuri, es un vivo ejemplo de los cambios de esta nueva etapa, siendo la primera mujer a cargo de la casa Christian Dior luego de 70 años de historia de la maison francesa. La diseñadora se alejó un poco del estética característica de la marca para hacer homenaje a una mujer libre y capaz, todo esto presentado con una narrativa feminista.
Como consumidores esperemos que estos cambios emergentes sean intencionados para un proceso de transformación beneficioso y no solo una estrategia corporativa para llenar los bolsillos a las empresas y perpetuar un ciclo de consumo sinfín.
En gran medida, el peso también recae en nosotros, tomando conciencia de nuestras acciones, educándonos para consumir de la mejor manera. Si los gustos de la audiencia han probado que pueden moldear el marketing de las marcas, tal vez, votando con nuestro bolsillo, también podremos hacerles repensar sus estándares de producción.
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