Escrito por Sol Hext
“Una oportunidad única, una en un millón; si fallaba en el intento, la única persona que lo vería y juzgaría sería mi reflejo en el espejo, lo cual hacía la idea de hacer un “re-branding” personal cada semana una idea maravillosamente tentadora.”
Un extraño día de marzo del 2020, nuestra vida se puso patas arriba… Como ya podrán saber por experiencia propia, nuestra forma de vivir cambió radicalmente en todos los sentidos y en esto va incluido la manera en la que nos vestimos. Los inicios de la cuarentena consistieron en Tik Toks, Chloe Ting, Zoom calls, cafés espumosos y hoodies… muchas pero muchas hoodies. Nuestra forma más básica de presentarnos al mundo, desapareció completamente por alrededor de meses de confinamiento extremo; y nuestra única escapatoria en la que podíamos ser percibidos por otros seres humanos que no fueran familia, era en el supermercado, convirtiendo al pasillo de congelados del HEB en la red carpet. ¿Qué es realmente lo que nos motiva? ¿Será que este efecto de gran esmero en nuestra imagen personal vaya a ser a largo plazo? ¿Es esto una epifanía de los años venideros o un grito de desespero?
En lo personal, creo que me convertí en una persona totalmente diferente desde que comenzó la cuarentena. El pasar horas sumergida en el internet, tratando de matar el aburrimiento, me llevó al descubrimiento de nuevos mundos y estilos que nunca pensé que podrían ser para mí. El estar alejada físicamente de los demás, me abrió la gran oportunidad de poder explorar quién soy, qué me gusta en realidad y qué es lo que me hace sentir cómoda. Una oportunidad única, una en un millón; si fallaba en el intento, la única persona que lo vería y juzgaría sería mi reflejo en el espejo, lo cual hacía la idea de hacer un “re-branding” personal cada semana una idea maravillosamente tentadora y el explorar diferentes estéticas se volvía un hobby reconfortante, que mantenía mi espíritu fashionista vivo. Estaba tan aburrida y con ganas de algo nuevo, que cambie mi cabello tres veces en un lapso de un mes y medio. Obviamente cada que salía, me sentía con la obligación de mostrarle al mundo la persona cool en que me estaba convirtiendo.
El hecho de vestir en hoodies y panties ha pasado de ser el paraíso de la comodidad a una pesadilla sin fin. Poco a poco, la vida está volviendo a la normalidad y el mundo se está convirtiendo en la pasarela de los outfits que llevo planeando desde marzo del 2020 y que al fin podrán salir a la luz.
Desde una perspectiva más seria y analítica, podemos observar que tendencias de los años 70 están volviendo al ojo popular desde mediados del año pasado. Esta década es usualmente conocida por ser una de las más fabulosas en la historia, una época de liberación y escapatoria de la horrible realidad social del mundo, lo cual considero muy “fitting” a nuestra situación actual. Nos encontramos en un gran desespero, añorando nuestra libertad mientras buscamos formas de ponerle brillo a la fea realidad. La forma más sencilla de lograrlo es adornándonos a nosotros mismos, esmerándonos en nuestra apariencia en busca de agregarle un poco de color rosa a estos oscuros tiempos; por eso cualquier oportunidad en la que tenemos un saboreo de libertad “we go all out”, con la esperanza de ser vistos otra vez.
El mundo post covid todavía es un gran misterio para muchos de nosotros. Aunque cada vez este más y más cerca, aún radica la incertidumbre de si el mundo volverá a ser como antes o de si viviremos en una distopía extraña; pero creo que en cuanto a la moda, hay mucha esperanza. Esta situación nos ayudó a entender la importancia de la vestimenta para nuestra expresión personal; todavía hay mucho que aprender y experimentar sobre nuestra imagen. Estoy segura de que en los años venideros, tendremos mayor libertad y espacio para descubrir quiénes somos y quiénes queremos ser a través de la moda.
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